lunes, 2 de julio de 2012

MARX (CARLOS, NO GROUCHO)

El pasado mes de octubre, vi, en el comentario de un amigo  en Facebook, la reproducción de un mini-panfleto manipulador que citaba a Marx en falso sin pudor alguno, con el claro fin de manipular políticamente al movimiento 15 M  y a todo aquel que no estuviese lo suficientemente informado sobre el contenido y alcance de la teoría a marxista.

Naturalmente no hice  comentario alguno en Facebook porque sé bien la magnifíca persona  que és y porque, además,  para mi,  mis amigos  están por encima de cualquier política de derechas, o de izquierdas. Además de creer que los seres  inteligentes están por encima de la política de partidos, ideada  para manejar y someter a las masas. La prueba del poco respeto que les tienen es que no dudan en engañarlas para mejor manipularlas luego. Ahí va el comentario:

Conozco lo suficiente a Marx para poder decir, sin duda alguna, que este párrafo no es suyo ni figura en El Capital,  de lo que  puedo dar fe porque yo si lo he leído, estudiado y analizado durante años. Hoy, por desgracia, son pocos los que leen, ni dentro ni fuera de la universidad y no digamos ya en sindicatos paniaguados y demás movimientos cutres.  Lo que sí hice, con la máxima delicadeza,  fue invitarlo a que preguntase a los responsables de la publicación,  en qué página del capital estaba  esa cita.
  
Las razones que expuse a mi amigo eran las siguientes:  En el siglo XIX la clase obrera no podía contraer deudas más que con las tiendas de comestibles.
Solo el crecimiento real de los salarios, contrariamente a lo que Marx había previsto,  posibilitó que la renta creciera lo suficiente para que, ya en nuestra generación, y  no solo en la Europa allende nuestras fronteras,  sino también  en la tan injustamente denostada España de Franco, en los años sesenta,  los obreros pudiésemos endeudarnos en bienes de consumo distintos de los alimentos,  superando la mera subsistencia y muchos, trabajando intensa  y duramente pero, eso si, teniendo trabajo todo aquel que quisiera,   con más derechos  laborales que los que luego vinieron con el régimen que le sucedió  pudiesen empezar a comprar coches, ,  e incluso viviendas, en muchos casos más de una. Por tanto Marx nunca pudo decir  las mentirosas y ucrónicas palabras que le atribuyen esos manipuladores mentirosos de “Recursos Didácticos”.  Por otra parte, yo que si que me crié en el seno de una familia obrera, recuerdo perfectamente como mi salario iba entero a la farmacia para pagar los biberones de mi hermana y medicinas de mi madre consumidas durante el mes. Pero estas familias obreras no teníamos  absolutamente nada que ver con el lumpenproletariat, masa de delincuentes marginales descritos por Marx, como tampoco nada tenían en común con ella los obreros de su época. Había una escala de valores, un honor, cultura y amor propio,  que hubiera hecho totalmente imposible e impensable el incívico comportamiento propio del lumpen que se estableció durante tanto tiempo, viviendo como gitanos, en la puerta del sol, llenándolo todo de suciedad, mugre y hasta ¡¡parásitos!!, impidiendo el paso y molestando a los conciudadanos que iban al trabajo y se veían obligados a pasar por allí,  amén de arruinar  de paso a los comerciantes que, contrariamente a ellos. pagan tasas por el sitio que legítimamente ocupan y cuidan. Mucho menos aún,  el agresivo e indigno comportamiento que tuvieron con los jóvenes católicos, educados, respetuosos con todo el mundo y  limpios de alma y de cuerpo  que acudieron a visitarnos con motivo del Congreso Católico Internacional,  y fueron acosados y maltratados por esos energúmenos y su vergonzoso y anacrónico odio a la religión y a la decencia. Ni con esos cafres que en su neolengua “okuparon” un céntrico hotel madrileño para vivir como los “warros”  que son y encima insultar desde la ventana a vecinos, y ya puestos en ello, a todo quisqui que pasara por allí, al grito de “no queremos fachas” como los energúmenos y delincuentes comunes que son.

Lo que sí dijo Marx,  es que el trabajo era una mercancía más, que se compraba por un valor equivalente al de mera subsistencia y se explotaba por encima de dicho valor mediante la maniobra de obligar  al obrero a trabajar más horas que las necesarias para reproducir su salario, lo cual  como es sabido, se conoce con el nombre de teoría de la plusvalía. Que la lucha del obrero debía encaminarse, como de hecho hizo,  a rebajar las doce horas que entonces se trabajaban (de sol a sol). Que los niños no debían trabajar, etc. etc. etc.

 Finalmente, diré que, pese a mi absoluta seguridad de la falsedad de la cita, nacida de mi lectura total del Capital a mis veintisiete años, el primer volumen en francés, adquirido en la “Librería Francesa” que entonces estaba en la Rambla y los dos siguientes en español ya, mientras simultaneamente tenia  la humorada de leerme las obras completas de Lenin en francés- que un librero amigo me pasaba, volumen a volumen, desde Francia- hasta mas o menos el XVI que fue retenido en frontera coincidiendo con un estado de excepción, utilicé un recurso moderno hoy al alcance de todos gracias al progreso de la informática; El hipertexto. Siguiendo tres palabras clave elegidas, a lo largo de los 3 volúmenes pude probarme  a mi mismo que efectivamente la razón estaba de mi lado. ¿Cuánto tiempo hubiese precisado esta operación en el pasado?. A mi me costó menos de media hora. Invito a mis amables lectores a esa aventura intelectual, por otro lado,  tan divertida.